Una de las cosas que se ha ido eliminando de las cocinas con el devenir de los tiempos, ha sido la cocina de hornillos de gas. Ya sea por reformas o querer modernizar el ambiente de esa parte tan importante del hogar, mucha gente ha sustituido las cocinas de gas por otras de inducción o vitrocerámicas. Aun así, el tiempo está dando la razón a los fogones y ha comenzado un resurgimiento en esta clase de cocinas que funcionan con gas natural, sin duda impulsado por unos modelos mucho más fáciles de limpiar.
Y es que, es mucho mejor controlar la temperatura de lo que vamos a cocer cuando podemos aplicar una referencia visual al ver la potencia, ya sea con un fuego suave o una llama viva. Por ello, durante la cocción o la fritura, la temperatura se gestiona con más eficacia, controlándose mucho mejor. No hay nada que demuestre esto mejor, que el que una persona que no emplee nuestra cocina, se ponga a hacer una receta cuando vaya a nuestra casa. Con una cocina de inducción o vitro, hay que entender el aparato para saber el calor que estará proporcionando, pero la llama de fuego es más universal por así decirlo. Más que nada lo digo porque he visto cocinillas que al ir a casas de familiares, han querido realizar una receta y no les ha salido la comida igual porque no sabían regular la temperatura de la cocina.
Otra ventaja del gas natural es que se mantiene mejor el calor, de una forma más uniforme, pues hay que recordar que las vitros se ponen en marcha y se van desconectando alternativamente para intentar alcanzar una temperatura «estable». Y lo he entrecomillado ya que esa estabilidad es fingida, pues no hay nada más estable que una llama continua calentando el recipiente. Esto, aunque pueda parece algo trivial, en algunas recetas resulta una gran diferencia, ya que se necesita cocinar o freír con una temperatura constante.
Por poner un ejemplo óptimo de esta forma de cocinar con una fuente de calor invariable, podemos fijarnos en los fritos, ya que muchos alimentos forman una capa o recubrimiento al entrar en contacto con el aceite bien caliente. De esa forma, no absorben tanto aceite y conservan su jugosidad por dentro. ¿Alguna vez os habéis preguntado porqué hay gente que fríe mejor que otra? Observad si tienen una cocina de fuego… ¡bingo! Eso me pasaba con las croquetas de mi madre, que al margen de que la cocina de la mamá siempre parezca el súmmum para nuestros paladares, no entendía cómo le quedaban tan bien. Al final fui atando cabos y comprendí que para los fritos, la cocina con gas era lo mejor, consiguiendo fritos poco aceitosos, más crujientes y sabrosos. Lo mismo me pasaba con las verduras que intentaba saltear en el wok; nunca me quedaban igual que en el chino, ya que se quedaban blandas y poco cocinadas, mientras que las cocinadas con llamas en el restaurante, se quedaban crujientes y en el punto justo de rehogo.
Y hablando de ventajas entramos en el terreno económico, ya que cocinar con gas natural es una forma de ahorrar frente a una cocina que funcione con electricidad, mucho más cara en los días que vivimos. Y es que, no es un secreto que el precio del gas natural es más bajo que el de la electricidad; podéis ver más información aquí. También ahorraremos al cocinar con gas porque al poner la olla, sartén o recipiente para cocinar, éste se calentará de inmediato, con una rapidez mayor que la de otros sistemas. E incluso ahorraremos en cosas tan curiosas como el aceite, un elemento caro en nuestra cocina, ya que el cocinar con gas natural, el aceite se calentará más rápido. Esto retrasará la degradación del aceite y lo conservará en mejor estado para futuras frituras.